Una de bares
Anduve un buen rato buscando cobijo, un lugar calentito
donde calentar mis manos en esa tarde de invierno. Encontré un bar en una calle
solitaria, parecía un cálido lugar, observé detenidamente la fachada, arriba de
la puerta de cristal, ponía, Bar el croissant, sonreí ligeramente, bajé la
mirada, al lado de la puerta había una pizarra con la oferta del día, chocolate
deshecho con churros, perfecto pensé. Y
tras confirmar que tenía dinero suficiente para comprar-lo, entré, y justo
cuando abrí la puerta sonaron unas campanitas unos segundos, cerré la puerta, y
entonces sentí el calor del bar, podía oler el chocolate y las pastas recién
echas. Seguidamente observé mi alrededor, era un bar alargado, a la derecha
había la barra de madera barnizada, con unos cinco taburetes delante, detrás de
aquella se estaba un hombre de pie, limpiando con un trapo un vaso, hablaba con
un cliente, y por lo que vi, parecía un cliente habitual. Seguí observando, y a
la izquierda, pude ver cuatro mesas, dos de ellas para dos personas, las dos
ocupadas, la más cercana por un hombre
delgado que bebía tranquilamente un café
mientras leía un periódico. En la segunda mesa había dos chicos de unos 16
años, hablaban tranquilamente mientras tomaban la oferta del día. En las dos
últimas mesas, las de cuatro personas, había dos grupos de chicos y chicas, una
mesa, compuesta por 4 miembros y la otra por tres. Tras observar detenidamente
a cada uno de aquellos adolescentes, me fijé en las paredes pintadas de
naranja, llenas de cuadros de distintas épocas, en todas ellas salía una parte
del bar, la barra, la fachada... Estaba distraído observando fascinado por los
cambios que había tenido aquel local, cuando oí
-¡Hola! ¿Quieres algo?- Me giré, y vi al hombre de la
barra que me miraba, me quedé en silencio un rato, luego pedí el chocolate.
Tras media hora hablando con el gerente y su cliente habitual, lo oímos, un
grito de chico se oía por encima de las otras voces, nos giramos sobresaltados.
-¿Cómo que estás saliendo con ella?
-Pues sí- dijo el otro más bajito, eran los dos chicos de
la mesa de dos
-¡Eres un capullo! ¡Dijimos que ninguno de los dos
saldría con ella!
-Si me quiere a mi, te jodes.
-¿Como que me jodo eh gilipollas?- gritó uno mientras violentamente
cogía al otro del cuello.
-Vamos chicos calmaos- dijo pausadamente el gerente
-¡Tu cállate estúpido!
-Como no te calmes voy a llamar a la policía.
-No si al final el imbécil este se va a salir con la
suya- decía mientras dejaba bruscamente al chico en el suelo, dando un golpe a
la mesa haciendo caer el chocolate al parquet- Dios es que no te la mereces
¿sabes?- prosiguió
-¡ Tu le hiciste daño
Marc!
-¡La dejé por que nos distanciaba capullo!
-Eras tu el que se distanciaba
-Eres asquerosa- y tras decir eso escupió en el suelo al
lado del otro chico.
-Asqueroso tu que vas como un desesperado buscando otra
chica des de que la dejaste a ella
-Joder- murmuró el tal Marc
-¿Que has dicho?
-¡Que joder! Esto es una puta mierda ¡No quiero saber
nada más de ti!¿Me oyes?
-¡Me alegro!
Entonces, Marc tiró la silla al suelo y se fue del bar
cerrando bruscamente la puerta haciendo repicar las campanitas. Miré al otro
chico, estaba sentado, parecía preocupado, en unos segundos, el ruido que
invadía el local anteriormente a la pelea, volvió lentamente, pero aquel chico,
seguía mirando el suelo, me miró, sonrió y se levantó, después tranquilamente,
pagó al gerente, le pidió perdón y se fue. Entonces, caí, aquel chico... debía
ser Max, el novio de mi hija. Mercé Prats
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