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miércoles, 11 de diciembre de 2013

Baretos

  Una de bares
Anduve un buen rato buscando cobijo, un lugar calentito donde calentar mis manos en esa tarde de invierno. Encontré un bar en una calle solitaria, parecía un cálido lugar, observé detenidamente la fachada, arriba de la puerta de cristal, ponía, Bar el croissant, sonreí ligeramente, bajé la mirada, al lado de la puerta había una pizarra con la oferta del día, chocolate deshecho  con churros, perfecto pensé. Y tras confirmar que tenía dinero suficiente para comprar-lo, entré, y justo cuando abrí la puerta sonaron unas campanitas unos segundos, cerré la puerta, y entonces sentí el calor del bar, podía oler el chocolate y las pastas recién echas. Seguidamente observé mi alrededor, era un bar alargado, a la derecha había la barra de madera barnizada, con unos cinco taburetes delante, detrás de aquella se estaba un hombre de pie, limpiando con un trapo un vaso, hablaba con un cliente, y por lo que vi, parecía un cliente habitual. Seguí observando, y a la izquierda, pude ver cuatro mesas, dos de ellas para dos personas, las dos ocupadas, la más cercana  por un hombre delgado  que bebía tranquilamente un café mientras leía un periódico. En la segunda mesa había dos chicos de unos 16 años, hablaban tranquilamente mientras tomaban la oferta del día. En las dos últimas mesas, las de cuatro personas, había dos grupos de chicos y chicas, una mesa, compuesta por 4 miembros y la otra por tres. Tras observar detenidamente a cada uno de aquellos adolescentes, me fijé en las paredes pintadas de naranja, llenas de cuadros de distintas épocas, en todas ellas salía una parte del bar, la barra, la fachada... Estaba distraído observando fascinado por los cambios que había tenido aquel local, cuando oí
-¡Hola! ¿Quieres algo?- Me giré, y vi al hombre de la barra que me miraba, me quedé en silencio un rato, luego pedí el chocolate. Tras media hora hablando con el gerente y su cliente habitual, lo oímos, un grito de chico se oía por encima de las otras voces, nos giramos sobresaltados.
-¿Cómo que estás saliendo con ella?
-Pues sí- dijo el otro más bajito, eran los dos chicos de la mesa de dos
-¡Eres un capullo! ¡Dijimos que ninguno de los dos saldría con ella!
-Si me quiere a mi, te jodes.
-¿Como que me jodo eh gilipollas?- gritó uno mientras violentamente cogía al otro del cuello.
-Vamos chicos calmaos- dijo pausadamente el gerente
-¡Tu cállate estúpido!
-Como no te calmes voy a llamar a la policía.
-No si al final el imbécil este se va a salir con la suya- decía mientras dejaba bruscamente al chico en el suelo, dando un golpe a la mesa haciendo caer el chocolate al parquet- Dios es que no te la mereces ¿sabes?- prosiguió
-¡ Tu le hiciste daño Marc!
-¡La dejé por que nos distanciaba capullo!
-Eras tu el que se distanciaba
-Eres asquerosa- y tras decir eso escupió en el suelo al lado del otro chico.
-Asqueroso tu que vas como un desesperado buscando otra chica des de que la dejaste a ella
-Joder- murmuró el tal Marc
-¿Que has dicho?
-¡Que joder! Esto es una puta mierda ¡No quiero saber nada más de ti!¿Me oyes?
-¡Me alegro!
Entonces, Marc tiró la silla al suelo y se fue del bar cerrando bruscamente la puerta haciendo repicar las campanitas. Miré al otro chico, estaba sentado, parecía preocupado, en unos segundos, el ruido que invadía el local anteriormente a la pelea, volvió lentamente, pero aquel chico, seguía mirando el suelo, me miró, sonrió y se levantó, después tranquilamente, pagó al gerente, le pidió perdón y se fue. Entonces, caí, aquel chico... debía ser Max, el novio de mi hija.                                                          Mercé Prats

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