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viernes, 28 de noviembre de 2014

Dar fin a un texto dado.

La casa es un caos, por el pasillo vuelan ropas, papeles y toallas. Marta se dedica a abrir y cerrar desesperadamente todos los armarios y cajones que encuentra a su paso, Carlos se ha subido a una silla medio coja y hace equilibrios para intentar vislumbrar alguna caja olvidada en el fondo de la buhardilla. Todo es inútil. Suena el  timbre, ya no hay más tiempo, la pareja se esfuerza por recolocar un poco los muebles, poner una buena cara y recibir gentilmente a sus invitados.
Tras varios saludos, besos y abrazos exagerados los amigos se dirigen hacia el salón, Marta y Carlos se disculpan por el desorden y en seguida les ofrecen a sus compañeros algo de beber. Intentan retrasar lo inevitable, por algún motivo incomprensible tienen la remota esperanza de que en algún momento durante la conversación las lámparas aparezcan por si solas.
Pasados unos minutos Carla, su invitada, se dirige a la entrada en busca de una bolsa que había traído consigo. Marta y Carlos se miran extrañados y se sorprenden al ver el objeto que trae de vuelta. ¡Son sus lámparas! Por lo visto se las habían dejado en el salón del banquete el mismo día de la boda y sus detallistas amigos se habían ocupado todo este tiempo de guardárselas para así asegurarse que las acababan recibiendo.  

Marina González



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