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jueves, 18 de diciembre de 2014

Relaciones

RELACIONES
Estoy frente la ventana, observando cómo llueve. Me encanta ver como las nubes dejan caer gotas de agua que lo mojan todo. La lluvia me recuerda el día que conocí a mi marido. Recuerdo aquella tarde en la que de pronto se puso a llover. No había nadie en la cafetería en la que trabajaba, así que me dedicaba a mirar por la ventana. Entonces se abrió la puerta y entró un joven con el pelo empapado y la ropa húmeda. Le ofrecí una taza de chocolate caliente, él aceptó y se lo tomó sentado al lado de la chimenea. Esa misma tarde comenzamos a hablar y a partir de aquel día iba a la cafetería varias veces por semana. Poco a poco, sus visitas se hicieron más frecuentes y nuestras conversaciones más largas. Y poco a poco me fui enamorando de él, me pasaba las tardes esperando ansiosa el momento en que él entrara en el local. Cuando le veía se dibujaba una sonrisa en mi rostro y cuando él se marchaba le echaba de menos.
Con el tiempo comenzamos a salir y finalmente nos casamos. A pesar de nuestras riñas y nuestros enfados, seguimos queriéndonos y ése es uno de los motivos por lo que ahora espero un hijo suyo. 
                                                                                                         Paula Fernández
Yo la amaba. La amaba de verdad y ella también me quería. Lo veía en sus ojos verdes, que lanzaban destellos de luz cuando me veían. En sus labios, que se curvaban hacia arriba al percibirme y en su voz, que se endulzaba al divisarme. Éramos la pareja perfecta. Nos ayudábamos y entendíamos, y por encima de todo nos queríamos con locura. Pero un día  sus ojos empezaron a apagarse, su voz se cortaba al hablarme y sus labios ya no eran tan rosas. Intenté acercarme a ella y hacerla feliz, pero me evitaba y se molestaba con mi presencia. Hasta que un día me mandó donde el viento da la vuelta. Yo fui obediente. Fui a buscar ese lugar donde todo cambia de rumbo, donde todo gira inesperadamente, donde todo se vuelve diferente.
Perseguí aquel viento que se había llevado el amor de mi vida. Pero el viento era veloz y se alejaba desesperadamente. Corría tras él, pero cada vez lo notaba menos en mi piel. El amor cabalgaba sobre su crin, pero no tenía retrovisores y no veía lo que dejaba atrás. Ya estaba harto de correr cuando el viento se alejó demasiado y perdí su rumbo.
Y así me quedé yo, un chico enamorado cuyo amor se había llevado un viento que jamás retorna.
                                                                                                                Anna Umbert

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encantan!!XDXD Originales, románticos, imaginativos... y muy bien escritos!:):)
Felicidades!!
Besitos!