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domingo, 8 de diciembre de 2013

Solo bares

historias de bares
Bajé el pequeño escalón lentamente. No puede disimular la cara de repugnancia que puse al oler ese olor a refrito, a ensaladilla rusa de hacía por lo menos un mes, tortilla de patatas por doquier y puros… Todo junto. ¿No sé supone que en los bares ya no se puede fumar?

A la izquierda un grupito de cuarentones barrigudos y sudorosos hablando a voces sobre el partido del siglo, a la derecha, unos ochenteros más sordos que una tápia jugando una “emocionante”  partida de dominó como si se tratara de la final de la Champions. En la barra, un grupo de hombres ya borrachos a las cinco de la tarde que no me paraban de mirar.

Pensé: “Podría decirle al jefe de escribir un artículo sobre los baretos de por aquí. Son todo un poema…”

Vi una mesa vacía. Me senté y pedí un café con leche.

Esperaba impaciente mi taza mientras pensaba en todo lo que había pasado hoy en la redacción. “Quiero una buena noticia, Alba, una noticia suculenta para el periódico”- me decía mi jefe esta mañana.

Me fijaba en todo, en la decoración antigua, en los trofeos de dominó de la estantería, en las botellas de alcohol de detrás de la barra que ese grupito se miraba con deseo, en las fotografías de las paredes, en la gente, en el ruido de la máquina del café, en las conversaciones…

Me sirvieron el café, estaba calentito, perfecto para ese día de diciembre tan frío.

Hice un pequeño sorbo teniendo cuidado de no quemarme mis finos labios. Levanté la cabeza y lo vi. Una mujer alta y delgada entró por la puerta con cara de asustada. Una osa me llamó la atención: la chica presentaba un enorme moratón en el pómulo. ¿Cómo se lo debía de haber hecho? Pasó por mi lado y se sentó en la mesa de atrás, dónde recordaba que estaba un muchaho enfadado que tomaba una cerveza.

No pude evitarlo y me puse a escuchar:

-¿Te parece bonito llegar tan tarde? –dijo enfadado el chico- ¡Habíamos quedado a los cuatro y media!

-Lo sé… -dijo con una vocecilla- El tren se retrasó…

El chico rió con fuerza:

-Vaya excusa… ¡Aquí la única retrasada eres tú!

Abrí la boca con fuerza. No me lo podía creer:

-Pues eso chiqui- continuó- Mañana vienen los de la empresa a cenar. Quiero que les hagas un buen festín para dar buena impresión. Pásate todo el día en la cocina si es necesario. Y tu calladita en toda la cena. Haz todo lo que yo te diga y no hables si no te preguntan nada. –oí como hacía un sorbo a la cerveza.

-Pero José… -dijo ella.

-¿Qué? –le gritó.

-¿Sabes qué día es mañana?

-No seas tonta. Mañana es sábado…

-Sí, pero es diecinueve de diciembre. Mañana hará dos años que estamos casados…

-¡Pues felicidades! –dijo con desprecio.

-¿No te importa? ¿Ya no me quieres?

-Claro que te quiero chiqui, sobre todo cuando me haces esos pastelitos tan ricos.

Oí como la chica estaba a punto de llorar.

-¡Ay! ¡Por Dios! ¡Siempre llorando! Las mujeres solo sabéis fregar, cocinar y llorar… Y po favor, maquíllate ese moratón que estás más fea que de costumbre…

-Pero José…

-¿Qué? ¿Quieres que te pegue en el otro lado de la cara para igualarla? –vaciló.

Me quedé estupefacta.

-Mira chiqui, si lo que te preocupa es el aniversario yo mañana te compro unas medias o una sartén de esas que a ti te gustan y estamos en paz… -bebió lo que le quedaba en la botella y dijo:

-Venga Chino. Traeme otra- le dijo al dependiente que se encontraba detrás de la barra.

-José, ya llevas seis…

-¡Que me traigas otra te dicho! –gritó.

-Creo que estás bebiendo demasiado… -dijo la chica.

-¡Venga hombre! A mi no me tienes que decir lo que tengo que hacer, en todo caso será al revés…

Ya no podía más, estaba a punto de explotar. Me dispuse a hacer lo que debería haber hecho hacía rato, pero en ese momento vi como entraba muy furioso un chico joven segundo de una chica que lo intentaba calmar.

-¿Dónde está, Chino?- gritó.

El hombre le señaló la mesa donde se encontraba la pareja.

Todo el mundo lo miraba expectante.

-¡No, Marcos! ¡No es la solución! –le gritaba la chica al joven furioso.

Este pasó rápidamente por mi lado. Me giré y entonces pasó. El joven le dio un fuerte puñetazo al tal José, que lo hizo caer de la silla.

-¿Qué? ¿Duele? –le dijo.

La chica del moratón empezó a llorar como una desesperada.

El joven Marcos se dispuso a darle otro buen puñetazo al hombre del suelo, pero la chica se lo impidió cogiéndole los brazos:

-¡Déjame Laura! Le voy a dar su merecido. – se dirigió de nuevo a José- ¿Qué? ¿Te pensabas que nunca nos íbamos a enterar de lo que le estás haciendo a nuestra hermana?

Miré a la joven, ahora lloraba mucho más.

-¿Por qué no nos habías dicho nada? –preguntó desolada.

Esta negó con la cabeza. José se levantó del suelo riendo y comprobando como le salía sangre de la nariz.

Esa escena era un tanto violenta, pero miré a mi alrededor, nadie hacía nada, ni tan solo ese tal Chino que ahora hablaba por teléfono.

-Tu hermana… Tu hermana solo sirve para… -dijo sonriente.

-Hijo de… -Marcos se dispuso a darle un puñetazo en el vientre pero no pudo por que su otra hermana lo tenía bien cogido. A causa de eso José sí que le pudo dar un buen golpe en la mandíbula.

-¡Marcos! –la chica del moratón salió escopetada a ayudar a su hermano.

-¿Pero qué haces chiqui? Vente conmigo que estarás mejor. Yo te cuido de maravilla. Si quieres puedo cambiar. Ya no te pegaré tanto…

-¡Machista! –chilló de repente uno de los abuelos del dominó.

-¿Poro qué dice abuelo? –José se echó encima de este, y entonces sí. La gente empezó a gritar y fueron a socorrer al pobre anciano.

En ese mismo instante entró la policía.

-Gracias Chino por llamar- le dijo uno de las guardias.

Mientras ponían orden a toda esa batalla que se había formado, yo agarré una servilleta y mi bolígrafo, lo escribí: “016” y seguido de un número de una abogada amiga mía:

-No estás sola… -le dije a la chica mientras le daba la servilleta.

Entonces pensé: “¿Mi jefe no quería una buena noticia? Pues la va a tener. Empezaré: Fregar, cocinar y llorar… La violencia de género es un cáncer terrible. Ponle freno…”

 

Anna calderón

 

 

 

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