Querida Sonia,
Te escribo des de mi nuevo piso. Es muy grande y tiene
vistas espectaculares de toda la cuidad. Mis compañeros son maravillosos, unos
tíos encantadores. La comida es espléndida y muy fresca, tanto como las noches estrelladas
que diviso des del balcón…
¿Y sabes qué? ¡He encontrado trabajo! No es un gran
cargo, pero tengo la impresión de que si sigo así me ascenderán… ¡Estoy muy
feliz!
No, Sonia, no… ¡A quién quiero engañar? Seguro que todo
lo que te he escrito hasta ahora te parece demasiado milagroso para ser verdad…
Es todo lo que le he escrito a mi madre para que no se preocupe, pero a ti… A
ti no te puedo mentir…
Te escribo des de mi nuevo piso de cincuenta metros
cuadrados que comparto muy a mi pesar con cuatro ineptos universitarios de aquí
que se pasan el día bebiendo cerveza. ¿¡Qué manía tienen los alemanes con la
cerveza!? Creo que alguien les tendría que decir que hay una bebida muy sana
vulgarmente llamada agua… La verdad, no sé si son tontos o simplemente lo hacen
ver, pero el caso es que siempre soy yo el pringado que acaba haciendo las
tareas del hogar. Suerte que es un piso pequeño y no puede retener mucho polvo,
que sino…
Sí, es cierto, estoy descubriendo que los alemanes son
tal y como los pintan, muy fríos y serios, a no ser que lleven litros de
cerveza encima, claro está… Y en cuanto a la cuidad… Bueno, Múnich es una ciudad
grande y con muchos sitios para visitar. ¡Y muy cara! Todavía no he tenido
tiempo de visitarla toda, tengo que tener en cuenta que no estoy aquí por
vacaciones… Me paso el día buscando trabajo de lo mío, pero al ver un ingeniero
en Alemania que no sabe alemán… Se echan para atrás. Aunque tengo que decir que
en España era peor. Sé lo que estarás pensando, que tendría que haber hecho
unas cuantas clases de alemán antes de aventurarme. Lo sé, tienes razón.
Pensaba que aprendería el idioma nada más llegar, pero es una lengua
incomprensible. Todo me suena igual, todo parece una orden… ¡Me dan miedo estos
alemanes! Pero con el inglés voy tirando…
¡Puf! Solo de pensar que me he sacado dos carreras y
tendré que acabar sirviendo cerveza en un bar alemán de mala muerte…
Sé que ahora estrás llorando, como de costumbre, y
sabes que yo también lo estoy haciendo, no te mentiré. Solo puedo decir des de
aquí que no quiero que estés triste, y que por nada del mundo hagas lo que he
hecho yo. Te enviaré dinero en cuanto pueda si es necesario. No quiero que
renuncies a lo que he tenido que renunciar yo: mi familia, mis amigos, mi mejor
amiga, mi ciudad, mis sitios, esas tardes contigo, esos paseos por las calles
iluminadas de Barcelona, tomar el sol junto a ti en la Barceloneta, criticar a
los guiris que parecen gambas, esas noches en el balcón de casa observando como
las luces de la ciudad ganan a la luminosidad de las estrellas…
Aquí no tengo balcón, tan solo una pequeña ventana, y
no da a la ciudad, des de aquí solo se puede ver el muro de ladrillos de la
casa de enfrente, nada de luces…
Hazme un favor, dile a mi madre que estoy estupendamente,
que la echo de menos. También quiero que tú sigas divirtiéndote y disfrutes de
haber terminad la universidad, que no te busques otro compañero en la pista de
baile más patoso que yo, no me sustituyas, te prometo que cuando nos volvamos a
ver bailaremos en la disco hasta que se nos gaste la suela de los zapatos, como
solíamos hacer…
Otra vez sé lo que piensas, y sí, tranquila, si me
encuentro a Guardiola ya te traeré un autógrafo, pero de momento sigo aquí, por
culpa de los insensibles que nos gobiernan…
Te envío esta carta y un gran abrazo de oso.
PD: Estate tranquila, volveré.
Te quiere:
Jorge
Anna Calderón
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