Tengo miedo a no salir de
aquí, a no volver a ver a mi familia, abrazar a mi amada, o jugar con mis
hijos, tengo miedo a no ver más la luz del sol, a no sentir más la hierba bajo
mis pies. Me aterran esas enormes olas que atacan con voracidad la quilla del
barco, los rayos que iluminan los cuerpos mojados de los marineros que se
corren y gritan, todos se mueve, excepto yo, ¡Ojala pudiera salir de esa bodega
que me tiene prisionero! Atado de manos y pies, observo por la ventanilla de la
puerta toda esa batalla, humanos contra naturaleza, y por desgracia, va ganando
la tormenta. Me atemoriza el ruido del viento que golpea con brutalidad las
velas y rompe los mástiles como si de papel se tratasen, el agua que ya llega a
mis rodillas me hace temblar, y solo pienso en rezar y suplicar compasión a
Dios, pero parece que mis malas obras, al final me van a costar la vida, y para
cuando me doy cuenta el agua ha subido exponencialmente y ya me llega a la
barbilla, cierro los ojos y visualizo lo más bonito que tengo, los recuerdos de
una linda infancia con mi madre, y con esa imagen, terminan mis días de pirata,
y mientras el barco se hunde, mi cuerpo sin vida, lo acompaña lentamente al
fondo del mar.
Mercé
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