EN OTRA PIEL
No quería
vivir. La vida parecía una tortura, y el
mundo el infierno en el que se infligía. Tenía la impresión de que la gente
sólo vivía para hacerse daño y sufrir innecesariamente. Todos habían vendido su
alma al diablo y estaban atados a un contrato que no entendían, atraídos con
engaños a la misma trampa. La gente vivía, sí, pero no sabía por qué; lo que
hacían no tenían ningún sentido, y en el fondo eran conscientes de ello.
Estaban muertos en vida precisamente porque habían vendido su alma sin saberlo.
Les habían engañado para que creyeran que en realidad su alma no existía, como
si lo único importante en el mundo fuera el cuerpo y sus necesidades. El día
que dejaron de creer en sus almas dejaron de estar vivos. Se buscaban
ocupaciones, actividades, hobbies, aventuras, para darle un sentido a sus vidas
vacías, pero nunca conseguían llenarlas. ¿No era ésa la prueba más evidente de
que vivían en un infierno creado por ellos mismos? Nunca estaban satisfechos
con nada. La felicidad era efímera, cuando no inexistente, una quimera
imposible de mantener ante la dura realidad.
¿Cómo
se podía entonces soportar vivir en un mundo así? Sencillamente no se podía.
Levantarse cada mañana era un suplicio, desenvolverse entre los demás
condenados un calvario.
Completamente
desencantado de la vida en este mundo, solo quedaba una cosa por hacer
interesarse cada vez más por el otro, ponerse en la piel de los demás, vivir los sueños del otro.
Me hablan de formas y de colores, de belleza y de luminosidad, pero lo único que veo es…, nada. Creo que se le llama oscuridad, pero no lo puedo asegurar porque no tengo ninguna referencia.
La gente intenta describirme las cosas, pero no puedo entender ni colores, ni luz, ni belleza; solo lo que mi tacto percibe.
Nadie me cree capaz, todos me quieren ayudar, pero lo único que pueden hacer para mí es darme ánimos, apoyarme y tratarme como una más, que es justamente lo que no hacen.
Al verme con un bastón por la calle les doy pena, pero yo me las arreglo solita, cosa que no creen posible.
Sé que soy diferente, que no soy una chica de quince años corriente, pero me quiero sentir igual que las demás. Quiero correr por la calle y hablar de lo bueno que está el chico de la clase “E”, pero no puedo, simplemente, porque no veo.
Anna Umbert
EN OTRA PIEL
Un
día más, otra mañana me despierto con la arrogancia del despertador sonando a
mi lado. Atrapado en la rutina. Adoro mi
profesión y estudiarla fue una de las
mejores decisiones de mi vida, pero a veces siento como si no avanzara, como si
por muchos años que cumpla jamás alcanzaré la madurez propia de un adulto.
En
mi casa no lo entienden, no comprenden que me lo tome como un verdadero oficio,
que me levante temprano para preparar material y que pase horas en salones
infantiles para coger inspiración. Resulta difícil convivir con toda aquella
gente seria enfundada en sus trajes de
oficina, que cruzan por las calles a toda velocidad sin prestar atención al
mundo que les rodea; pegados a las pantallas de sus móviles yendo de casa al trabajo y del trabajo a casa con la única
motivación de ganar dinero. Yo no soy como ellos. A simple vista no se advierte
la diferencia, pero todo cambia cuando llego a mi trabajo. Una nube de color,
ruidos y sonrisas me envuelve y siento que los problemas del mundo exterior
desaparecen. En ese momento, manteniendo siempre mis conocimientos y el sentido
común, me dejo llevar. Hablo con los niños y ellos hablan conmigo, jugamos y
compartimos sonrisas y bromas inocentes, y siento que, aunque sea por unas
horas, vuelvo a tener 5 años. Pero eso no me molesta, es más, me enorgullece,
porque lo mío con los niños no es trabajo, es vocación.
Marina González
EN OTRA PIEL
Me despierto un día más con el rugido de los tigres en
las jaulas de alrededor. Nos juntamos todos los componentes del circo para
desayunar. Hacemos un primer ensayo y nos preparamos para el primer show del
día. Ya apenas siento nervios y entusiasmo antes de salir. Sin embargo , tengo
que simular que soy feliz y hacer a la gente del público reír. Me presento ,
soy Miguel , un payaso feliz por fuera pero triste y amargado por dentro. He
caído en la rutina y ya apenas siento alegría cuando veo que la gente sonríe
gracias a mí. Mi vida está vacía , ya solo me llena beber y comer. Veo como me
estoy hundiendo. Y poco a poco empiezo a odiarme. Maldito el día que decidí
dejar a mi familia y unirme a este soso y mugriento circo. Pero ya no puedo
cambiar, el show debe continuar
Andrea Castillo
Ponerte en la piel de los demás: 21 días (prog tve)
con #50litros de agua ¿Alguna
vez te has preguntado cómo sería vivir sólo con 50 litros de agua al día?
vez te has preguntado cómo sería vivir sólo con 50 litros de agua al día?
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