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domingo, 19 de octubre de 2014

En otra piel

EN OTRA PIEL
No quería vivir. La vida  parecía una tortura, y el mundo el infierno en el que se infligía. Tenía la impresión de que la gente sólo vivía para hacerse daño y sufrir innecesariamente. Todos habían vendido su alma al diablo y estaban atados a un contrato que no entendían, atraídos con engaños a la misma trampa. La gente vivía, sí, pero no sabía por qué; lo que hacían no tenían ningún sentido, y en el fondo eran conscientes de ello. Estaban muertos en vida precisamente porque habían vendido su alma sin saberlo. Les habían engañado para que creyeran que en realidad su alma no existía, como si lo único importante en el mundo fuera el cuerpo y sus necesidades. El día que dejaron de creer en sus almas dejaron de estar vivos. Se buscaban ocupaciones, actividades, hobbies, aventuras, para darle un sentido a sus vidas vacías, pero nunca conseguían llenarlas. ¿No era ésa la prueba más evidente de que vivían en un infierno creado por ellos mismos? Nunca estaban satisfechos con nada. La felicidad era efímera, cuando no inexistente, una quimera imposible de mantener ante la dura realidad.
    ¿Cómo se podía entonces soportar vivir en un mundo así? Sencillamente no se podía. Levantarse cada mañana era un suplicio, desenvolverse entre los demás condenados un calvario.
Completamente desencantado de la vida en este mundo, solo quedaba una cosa por hacer interesarse cada vez más por el otro, ponerse en la piel de los demás, vivir  los sueños del otro.

EN OTRA PIEL

Me hablan de formas y de colores, de belleza y de luminosidad, pero lo único que veo es…, nada. Creo que se le llama oscuridad, pero no lo puedo asegurar porque no tengo ninguna referencia.
La gente intenta describirme las cosas, pero no puedo entender ni colores, ni luz, ni belleza; solo lo que mi tacto percibe.
Nadie me cree capaz, todos me quieren ayudar, pero lo único que pueden hacer para mí es darme ánimos, apoyarme y tratarme como una más, que es justamente lo que no hacen.
Al verme con un bastón por la calle les doy pena, pero yo me las arreglo solita, cosa que no creen posible.

Sé que soy diferente, que no soy una chica de quince años corriente, pero me quiero sentir igual que las demás. Quiero correr por la calle y hablar de lo bueno que está el chico de la clase “E”, pero no puedo, simplemente, porque no veo.

                                                                                            Anna Umbert


EN OTRA PIEL

Un día más, otra mañana me despierto con la arrogancia del despertador sonando a mi lado. Atrapado en la  rutina. Adoro mi profesión y estudiarla  fue una de las mejores decisiones de mi vida, pero a veces siento como si no avanzara, como si por muchos años que cumpla jamás alcanzaré la madurez propia de un  adulto.

En mi casa no lo entienden, no comprenden que me lo tome como un verdadero oficio, que me levante temprano para preparar material y que pase horas en salones infantiles para coger inspiración. Resulta difícil convivir con toda aquella gente seria  enfundada en sus trajes de oficina, que cruzan por las calles a toda velocidad sin prestar atención al mundo que les rodea; pegados a las pantallas de sus móviles yendo de casa  al trabajo y del trabajo a casa con la única motivación de ganar dinero. Yo no soy como ellos. A simple vista no se advierte la diferencia, pero todo cambia cuando llego a mi trabajo. Una nube de color, ruidos y sonrisas me envuelve y siento que los problemas del mundo exterior desaparecen. En ese momento, manteniendo siempre mis conocimientos y el sentido común, me dejo llevar. Hablo con los niños y ellos hablan conmigo, jugamos y compartimos sonrisas y bromas inocentes, y siento que, aunque sea por unas horas, vuelvo a tener 5 años. Pero eso no me molesta, es más, me enorgullece, porque lo mío con los niños no es trabajo, es vocación. 
                                                                                                          Marina González


                           EN OTRA PIEL
Me despierto un día más con el rugido de los tigres en las jaulas de alrededor. Nos juntamos todos los componentes del circo para desayunar. Hacemos un primer ensayo y nos preparamos para el primer show del día. Ya apenas siento nervios y entusiasmo antes de salir. Sin embargo , tengo que simular que soy feliz y hacer a la gente del público reír. Me presento , soy Miguel , un payaso feliz por fuera pero triste y amargado por dentro. He caído en la rutina y ya apenas siento alegría cuando veo que la gente sonríe gracias a mí. Mi vida está vacía , ya solo me llena beber y comer. Veo como me estoy hundiendo. Y poco a poco empiezo a odiarme. Maldito el día que decidí dejar a mi familia y unirme a este soso y mugriento circo. Pero ya no puedo cambiar, el show debe continuar

                                              Andrea Castillo


Ponerte en la piel de los demás: 21 días (prog tve) con #50litros de agua       ¿Alguna 

vez te has preguntado cómo sería vivir sólo con 50 litros de agua al día?



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