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miércoles, 20 de febrero de 2008

una de miedo

Aún lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Yo tenía unos siete años y estaba con mis padres y un grupo muy numeroso de amigos cenando en un restaurante en Vallromanes.

Después de los postres, los niños salimos a jugar al jardín. Era ya bastante oscuro y no nos alejábamos de la casa.


Empecé a correr y noté que alguna “cosa” iba corriendo a mi lado. Asustado, me giré, y vi un perro negro casi rozándome. Y entonces, sucedió… el perro me saltó encima haciéndome caer de cara contra el suelo. Choqué contra la arena, que empezó a entrarme por la boca y la nariz. Sentía que el perro estaba encima de mí y que otro perro estaba mordiéndome la cabeza y las orejas. ¡No podía moverme!


Durante unos interminables segundos, noté que me estaba ahogando. Intentaba coger aire, pero solo conseguía tragarme más arena. No podía avanzar arrastrándome por el suelo, porqué los perros pesaban demasiado. ¡Me ahogaba!

Estaba mareándome…


Entonces, unos brazos me levantaron del suelo y empezaron a quitarme la arena de la garganta, la nariz, los ojos, la cara… era mi madre.

Mi padre había ahuyentado a los perros a golpes y mi hermano mayor que ahora lloraba en un rincón aún asustado era quien había corrido a buscar ayuda. ¡Un buen equipo!


Me gustan mucho los animales, pero confieso que después de esta experiencia, no me acerco demasiado a los perros.

Roger H.

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